La pornomiseria en la fotografía cubana: ¿documental o fetiche?

Publicado el 13 de mayo de 2025, 14:10

 

La pornomiseria en la fotografía cubana: ¿documental o fetiche?

Por Daniel Martínez

 

Hay algo que me molesta —sobre todo porque en algún momento también lo hice, casi sin darme cuenta—: ¿desde cuándo la pobreza en Cuba se volvió un producto cultural exportable?

 

Sí, lo digo claro: yo también he caído ahí. No por malicia, sino porque es demasiado fácil. La ruina está en cada esquina, el drama se cuela por cada grieta, y uno —con la mejor intención— termina cuadrando el dolor con pulso estético. Porque impacta. Porque funciona. Porque es Cuba, y Cuba es fotogénica… hasta en lo jodido.

 

Ruina como postal, tristeza como mercancía.

 

Abres Instagram y el patrón se repite: un viejo sin dientes con un tabaco enorme, un niño descalzo jugando entre escombros, una abuela con mirada perdida frente a una ventana sin cristales. Blanco y negro. Contraste alto. Título en español: “Resiliencia en decadencia”. Aplausos. Gustos. Becas.

 

La pregunta es incómoda, pero necesaria:

¿Eso es documental o es pornomiseria con encuadre premium?

Lo que duele vende. Y eso es peligroso.

Cuba se ha convertido en decorada perfecta para el drama estético. La miseria como lenguaje visual aceptado y hasta premiado. Pero detrás de cada imagen hay una historia, una vida que no pidió ser convertida en serie fotográfica.

Hay fotógrafos que vienen, apuntan la lente hacia lo roto y se van. Otros, los de adentro —como yo— aprendimos que lo “auténtico” para muchos curadores es eso: lo triste, lo sucio, lo que da pena. Y sin quererlo, comenzamos a mirar así.

No se trata de no mostrar. Se trata de cómo mirar.

No digo que haya que maquillar la realidad. Digo que también hay belleza en la resistencia, en la alegría terca, en el amor cotidiano. Que también hay Cuba en el que sobrevive sin posar.

Mostrar lo doloroso no está mal. Fetichizarlo, sí. Convertirlo en producto de exportación sin hacernos preguntas, también.

La fotografía como espejo, no como excusa.

 

Hoy miro atrás y me pregunta: ¿cuántas veces hice una foto que hablaba más de mí y de mis obsesiones que de la realidad que pretendía mostrar? ¿Cuántas veces usé el dolor como recurso?

 

No es fácil escaparse de eso. En Cuba, la tentación está en cada esquina. Pero si algo creo, es que la fotografía documental debe incomodar… empezando por quien la hace.

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios